sábado, 14 de septiembre de 2013

2. Memorias de un Asesino

Según termine con la vida de mi familia, salí de allí, debía irme lo más lejos posible del lugar que me traía malos recuerdos, no merecía la pena permanecer allí durante mucho más tiempo aunque tuviera ganas de seguir acribillando los cuerpos inertes de mis padres y de mi hermano. Salí por la entrada principal como un ser humano normal, un participante más del juego de la supervivencia, un juego donde los grandes viven a costa de los pequeños y los inteligentes se aprovechan de los grandes, un juego donde comes o te comen. Era hora de cambiar, era hora de convertirse en uno de los “grandes” de este juego, hora de comer y seguir comiendo, James debía desaparecer para dejar paso a alguien totalmente nuevo, a un nuevo “yo”.

Pasaron tres meses desde que acabé con mi familia, ahora vivía en un pequeño piso habitable y cómodo, dónde hacía lo que yo quería, sin normas y sin restricciones. Tenía un pequeño dormitorio con una cama y una mesa de noche, no necesitaba más, en el salón había un sillón bastante bajito dónde apenas cabía debido a mi altura, frente al sillón una tele vieja que pocas veces funcionaba con el mando a distancia, el baño era una auténtica pocilga, lo suelo limpiar cada dos semanas, suficiente para lo poco que lo uso, la cocina era una esquina de la casa, compuesta por un microondas, una cocina de gas que tenía horno incorporado, una pequeña nevera y un fregadero, que solía estar repleto de platos y cubiertos totalmente sucios. Esa era mi nueva vida, solitaria y sin ataduras, no necesito a nadie para poder vivir, yo me puedo valer por mí mismo en este juego, la vida.

Estaba cansado y aburrido, odiaba esa monotonía, no me sentía bien, estaba sentado en mi sofá, con cigarro en boca y botella en mano, harto de todo, viendo la televisión pero con la mirada perdida en el techo, necesitaba diversión y yo sabía cómo divertirme. Salí a la calle como un tiro, me vestí con una chaqueta blanca y unos pantalones largos de chándal, simple pero que pasaría desapercibido, preparado para dar mi siguiente paso. Soy un asesino nocturno, el luchador callejero... ¿mis motivos? Ninguno ¿Mis elecciones? Al azar ¿Mis pasos? Los que YO decida, era hora de cambiar, y el momento perfecto para hacerlo era esa noche, tan oscura y estrellada...

Salí de mi pequeño y mugriento escondite, mi decisión fue tomar un paseo por la avenida en la que vivía, pero no un paseo pacífico, exactamente. Caminaba con la cabeza gacha y en pasos cortos, sin mirar al frente, entonces fue cuando un hombre se chocó contra mí y lo último que pudo haber hecho mal fue decir aquello:

-Mira por dónde vas, gilipollas.- Mi sonrisa salió de repente como por arte de magia, metí mi mano en el  bolsillo de mi chaqueta blanca y saqué mi amado cuchillo, mi reacción fue girarme y apuñalar brutalmente al chico en el pecho de tal manera que fuera rápido, pero no esperaba llevarme una sorpresa al ver que por allí también pasaba un adulto que solo consiguió ver como yo tenía recostado sobre mi hombre al chico, esa persona se acercó y vio al joven en el suelo, sin movimiento ni ápice de vida alguno, entonces fue cuando me recriminó:


-¿Qué ha pasado aquí? ¡Oye!- Lo último que el hombre vio fue una sonrisa diabólica que a duras penas se distinguía en las pesadas sombras que dejaba sobre mi rostro la capucha, su reacción fue salir corriendo aunque no llegara muy lejos, ya que saqué un cuchillo pequeño de cocina y se lo lancé de tal manera que le dio en el talón y cayó de bruces al suelo. Su último recuerdo fue ver a un joven, con chaqueta blanca tintada en sangre y pantalones negros abalanzándose sobre él y acabando con su vida, había cambiado para mejor y me sentía bien matando a gente, me asustaba ver las acciones que hacía pero a la vez disfruto haciéndolas... irónico ¿no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario