Según termine con la vida de mi familia, salí de allí, debía
irme lo más lejos posible del lugar que me traía malos recuerdos, no merecía la
pena permanecer allí durante mucho más tiempo aunque tuviera ganas de seguir
acribillando los cuerpos inertes de mis padres y de mi hermano. Salí por la
entrada principal como un ser humano normal, un participante más del juego de
la supervivencia, un juego donde los grandes viven a costa de los pequeños y
los inteligentes se aprovechan de los grandes, un juego donde comes o te comen.
Era hora de cambiar, era hora de convertirse en uno de los “grandes” de este
juego, hora de comer y seguir comiendo, James debía desaparecer para dejar paso
a alguien totalmente nuevo, a un nuevo “yo”.
Pasaron tres meses desde que acabé con mi familia, ahora
vivía en un pequeño piso habitable y cómodo, dónde hacía lo que yo quería, sin
normas y sin restricciones. Tenía un pequeño dormitorio con una cama y una mesa
de noche, no necesitaba más, en el salón había un sillón bastante bajito dónde
apenas cabía debido a mi altura, frente al sillón una tele vieja que pocas
veces funcionaba con el mando a distancia, el baño era una auténtica pocilga,
lo suelo limpiar cada dos semanas, suficiente para lo poco que lo uso, la
cocina era una esquina de la casa, compuesta por un microondas, una cocina de
gas que tenía horno incorporado, una pequeña nevera y un fregadero, que solía
estar repleto de platos y cubiertos totalmente sucios. Esa era mi nueva vida, solitaria
y sin ataduras, no necesito a nadie para poder vivir, yo me puedo valer por mí
mismo en este juego, la vida.
Estaba cansado y aburrido, odiaba esa monotonía, no me
sentía bien, estaba sentado en mi sofá, con cigarro en boca y botella en mano,
harto de todo, viendo la televisión pero con la mirada perdida en el techo,
necesitaba diversión y yo sabía cómo divertirme. Salí a la calle como un tiro,
me vestí con una chaqueta blanca y unos pantalones largos de chándal, simple
pero que pasaría desapercibido, preparado para dar mi siguiente paso. Soy un
asesino nocturno, el luchador callejero... ¿mis motivos? Ninguno ¿Mis elecciones?
Al azar ¿Mis pasos? Los que YO decida, era hora de cambiar, y el momento
perfecto para hacerlo era esa noche, tan oscura y estrellada...
Salí de mi pequeño y mugriento escondite, mi decisión fue
tomar un paseo por la avenida en la que vivía, pero no un paseo pacífico,
exactamente. Caminaba con la cabeza gacha y en pasos cortos, sin mirar al
frente, entonces fue cuando un hombre se chocó contra mí y lo último que pudo
haber hecho mal fue decir aquello:
-Mira por dónde vas, gilipollas.- Mi sonrisa salió de
repente como por arte de magia, metí mi mano en el bolsillo de mi chaqueta blanca y saqué mi
amado cuchillo, mi reacción fue girarme y apuñalar brutalmente al chico en el
pecho de tal manera que fuera rápido, pero no esperaba llevarme una sorpresa al
ver que por allí también pasaba un adulto que solo consiguió ver como yo tenía
recostado sobre mi hombre al chico, esa persona se acercó y vio al joven en el
suelo, sin movimiento ni ápice de vida alguno, entonces fue cuando me
recriminó:
-¿Qué ha pasado aquí? ¡Oye!- Lo último que el hombre vio fue
una sonrisa diabólica que a duras penas se distinguía en las pesadas sombras
que dejaba sobre mi rostro la capucha, su reacción fue salir corriendo aunque
no llegara muy lejos, ya que saqué un cuchillo pequeño de cocina y se lo lancé
de tal manera que le dio en el talón y cayó de bruces al suelo. Su último
recuerdo fue ver a un joven, con chaqueta blanca tintada en sangre y pantalones
negros abalanzándose sobre él y acabando con su vida, había cambiado para mejor
y me sentía bien matando a gente, me asustaba ver las acciones que hacía pero a
la vez disfruto haciéndolas... irónico ¿no?
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